En 1995, bajo la dirección de la Casa de la Cultura a cargo de Javier Naranjo, nació una de las iniciativas más significativas en la historia cultural de El Carmen de Viboral: La Carreta de Leer. Su creador, el poeta y promotor de lectura Mario Acevedo Acevedo, imaginó una biblioteca ambulante que llevara los libros al encuentro de la gente. La idea surgió de una observación sencilla: muchos habitantes del municipio no se acercaban a la biblioteca, pero la lectura podía ir hasta ellos.

Para ello, Mario recuperó una antigua carreta de mangos perteneciente a “Tontoledo”, un hombre conocido del pueblo. En un gesto de humor y poesía, la bautizaron “Tontoleo”, jugando con el nombre de su antiguo dueño y el acto de leer. Aquella carreta, aún con los precios pintados en los costados, fue transformada en un vehículo cultural. Desde entonces, cada domingo a las once de la mañana, La Carreta de Leer salía al parque principal, cargada de libros, revistas y la prensa del domingo, que se adquiría para que la comunidad pudiera leerla.

“Leer no es un acto solitario”, decía Mario. “La palabra debe escucharse, respirarse, compartirse.” En las gradas del parque, entre el repique de las campanas y el bullicio de los vendedores. Mario quería que la gente leyera en el parque, que leyera para sí y para sus hijos, que escucharan entre tanto, música suave (clásica). La carreta ofrecía un espacio singular de calma y recogimiento en medio del habitual trajín de un domingo en un pueblo. Era muy especial el espíritu que Mario congregaba, evocaba, creaba, apoyado en las palabras.

Con el tiempo, la carreta se descentralizó y comenzó a recorrer otros barrios y veredas del municipio. Aunque los documentos institucionales de la época no registran los nombres de esos lugares, fue posible reconstruirlos mediante los relatos orales recogidos para esta reconstrucción. Era común que las jornadas se extendieran hasta las zonas rurales, y que el desplazamiento se hiciera en bus, chiva, a pie, en mula o a caballo, sobre todo hacia las veredas de los cañones del Melcocho o del río Santo Domingo.

En la documentación de la época, Mario aparece vinculado como Promotor Cultural en Comunicación Alternativa. Entre sus responsabilidades estaban el mantenimiento de la Cartelera Artística, un mural público donde se exhibían poemas, afiches y la programación cultural del municipio, Las palabras y la Noche y la coordinación de actividades descentralizadas como La Carreta de Leer.

Durante un tiempo, las visitas a las veredas debieron suspenderse por orden de la administración municipal, debido a situaciones de orden público. Antes de eso, habían ocurrido encuentros con actores armados que, aunque se acercaban a preguntar qué estaban haciendo, nunca intervinieron: observaban a distancia, con una mezcla de curiosidad y respeto.

Se dice que Mario continuó sacando la carreta durante algunos años más, ya sin estar formalmente vinculado a la institución. Dejó de hacerlo después de un episodio que lo incomodó profundamente: algunos miembros de la Casa de la Cultura utilizaron la carreta para transportar objetos distintos a los libros durante un evento, dañando una de sus patas. A partir de ese momento, decidió no volver a sacarla.